Me llamo Laura. Tengo 24 años y he sido alumna de Ken Sewell.

Aquí os dejo mi relato.

Siempre me han encantado los animales, sobre todo, los que demuestran una inteligencia emocional superior. Así que estudié adiestramiento, pero no quedé satisfecha con los conocimientos adquiridos de cara a la práctica. Decidí buscar algo más.
Trabajando en el sector de los animales de compañía, empecé a escuchar hablar de Ken Sewell,un educador famoso. Me informé y me gustó lo que ví y escuché, así que decidí llamar.
Sólo hablar con él, quedé encantada, aunque ya iba bastante decidida. Quedamos para empezar. Yo estaba muy nerviosa, ya que iba a conocer a alguien del que podría aprender muchísimo.
Cuando nos conocimos, me explicó la metodología del curso. Serian 3 meses; el primero, yo sólo observaría, el segundo, haría el trabajo con los perros mientras él daba las explicaciones correspondientes a los propietarios y, el tercer mes, yo me ocuparía  de todo. Era lo que necesitaba! Bastante práctica, además de todos los conocimientos que él me podría transmitir.
Empezamos esa misma semana.
Cada día, visitábamos como mínimo cuatro familias y, como máximo seis, ya que el tiempo no daba para más. Por este motivo, Ken está acostumbrado a no comer en todo el día, hasta que llega la noche. Yo, por supuesto, no; Un propietario llegó a acusarlo de maltrato alimentario contra mi persona (con mucho humor, por eso) y otro, viendo nuestra situación tan cómica, incluso se ofreció para hacernos unos canelones: !Riquísimos! Por cierto, la verdad es que todas las familias con las que hemos trabajado han sido geniales y nos han acogido como si fuésemos de toda la vida.
Volviendo al tema del curso: el primer mes, fuí la “invitada de piedra”, como solía decir Ken. Sólo observaba. Pasados unos días, antes de que él diese las explicaciones, yo ya iba pensando; y así iba aprendiendo.
Cuanto más tiempo pasaba con Ken, más impresionada quedaba de lo fácil y rápido que le resultaba resolver cualquier tipo de problema de comportamiento. “Si una medida educativa no funciona la sexta vez que se emplea”, decía, “hay que pasar al plan B rápidamente, porque la repetición  desensibiliza”, Aprendí que los perros son  muchísimo  más sencillos de lo que nosotros pensamos. Ellos no entienden ni de palabras, ni de intenciones, humanas.Simplemente asocian. Ken también decía a los propietarios: “Aprovechando que están sentados – evidentemente cuando lo estaban – les diré algo impactante: los perros no piensan como nosotros. Es más; ni siquiera saben que existen”.
El segundo mes, no tuve ningún problema en hacer el trabajo con los perros. Después de un mes observando y repitiendo los movimientos de Ken,  resultaba casi imposible no hacerlo bien. Aún así, me iban surgiendo muchas dudas, porque cada perro  es un mundo y tiene su propia sensibilidad (qué movimiento hacer si el animal hacía tal cosa o cómo actuar si pasaba otra).
Cuando se acercaba el tercer mes, volvía a estar muy nerviosa, no sólo por dar las explicaciones adecuadamente a los dueños, sino porque sabía que ahora el “invitado de piedra” sería Ken y que me observaría atentamente para corregir mis fallos que, finalmente, no fueron tantos. Creo que quedó contento conmigo. Al principio, es algo difícil, porque hay que dar instrucciones a los propietarios y, cuando los conoces de apenas una hora, resulta violento; aunque, cuanto más claro tienes tus conocimientos, menos inseguridad tienes. Además de todo el tema de adiestramiento y modificación de conducta, Ken y yo coincidimos en que era un curso muy completo: clases de inglés y educación inglesa, callejero de la ciudad de Barcelona y casi toda la provincia, clases de evolución y teorías de Darwin (tema que a ambos nos apasionaba), clases de navegación, resistencia a las bajas temperaturas a altas horas de la mañana en pueblos del interior y un largo etcétera. Yo también quise aportar algo a este curso, así que las clases de tecnología básica y el soporte  técnico corrían por mi cuenta; ya que Ken es más bien “pretecnológico” (como dijo una propietaria) y su móvil es prehistórico, aunque el mío ya quisiera tener su batería.

 

 
Llegó el momento de ir a buscar el título. Ken es muy perfeccionista, de modo que decidió diseñar uno nuevo él mismo, aunque yo también aporté alguna idea. ¡Quedó fantástico! ¡Es el título más bonito que he obtenido! Además,tiene un genial añadido: un pequeño sello en el que figura, en latín: “Sapere aude” que, traducido, significa: “Atrévete a aprender”.
Yo, desde luego, me atreví; y no puedo estar más contenta. Espero tener a Ken como mi mentor siempre. Además de ser un gran profesional, es una gran persona.
¡Gracias Ken!