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El podcast de Ken Sewell

Hablamos de los temblores en los perros

 

Los mamíferos, que nos incluyen a nosotros y a los perros, llevamos más de doscientos millones de años en el planeta y, por lo tanto, compartimos muchos rasgos anatómicos y fisiológicos. De hecho, nuestro primer antepasado mamífero se parecía bastante a una rata.

Entre muchos comportamientos heredados en común, está el temblor. como respuesta ante bajas temperaturas, sus rápidos movimientos musculares generan calor, aunque, su rendimiento es de corta duración.

Otras situaciones que dan lugar a esta reacción se deben a estados emocionales, como la ira o el miedo. Ante un estímulo que nos induce a atacar o a huir, el cuerpo produce mucha energía, para potenciar cualquiera de estas dos estrategias de supervivencia pero, si existe algún impedimento, interno o externo, que nos imposibilita pasar a la acción, el exceso e energía se quema mediante el mismo tipo de pequeñas convulsiones musculares. Así el hecho de temblar hace de válvula de escape mientras permanecemos inmóviles.

Con el terreno emocional, los temblores son más productivos que cuando se trata de alteraciones físicos, algunas de las cuales se asocian a disfunciones corporales transitorias,  o a enfermedades.  Su función, no obstante, es siempre la de equilibrar un estado alterado y, por lo tanto, poner remedio a una anomalía.

En cierto sentido en el caso humano, los temblores se parecen a las lágrimas, que, cuando son producido por motivos emocionales, contienen un 20% más proteína que cuando se deben a la presencia de un cuerpo extraño en el ojo. Se cree que esta proteína está compuesta por las toxinas producidas por el estrés que, de esta manera, se eliminan del cuerpo. Se trata de otra válvula de escape.